CRÓNICAS DE LA CIUDAD DEL MIEDO

"Nadie nos prometio un jardin de rosas, hablamos del peligro de estar vivos"

martes, agosto 16, 2005

MEDIA HORA DE INTERNET Y CUATRO REFLEXIONES HUÉRFANAS Y VAGABUNDAS

Y nada... escuchando “ de música ligera” esperando que el Internet me cargue una página, alguna por lo menos de las seis ventanas abiertas que tengo, y también esperando que el tiempo me regrese algo de esa vagabundez que me caracterizó en años anteriores. Algunos amigos se conectan intermitentemente al Internet, y yo veo ir y venir las ventanitas azules del gastadísimo msn hot, como si fueran capítulos de mi vida que alguien pasa en un aparato viejo de cine; algunas personas de las que cruzan por tu messenger son tan importantes en tu vida que llega el momento que las tienes ahí en tus contactos “ recuerdo”, y se vuelven casi tan intocables como las cartitas con olor a chicle, que guardas desde secundaria, (de esas que traen letra malhecha y faltas de ortografía), o el llavero, la foto y el billete de dólar que guardas en la billetera; se vuelven tan intocables que cruzan por tu pantalla a deshoras y las ves como fantasmas, sin que la emoción te lleve siquiera a intentar jalar el mouse para hablarles, y es que a veces el mause ya es es una extensión de tu mano... Y bueno, el estudiar, el viajar y el ganar, son verbos, que en si no contienen ninguna cosa; me doy cuenta que significan el camino corto para huir de uno mismo, de perseguir eso que no sabemos qué es y de llevar cargando un estigma de transiciones inútiles que tarde o temprano habrán de enorgullecernos o avergonzarnos. Ahora tendremos que volver a filosofar si la felicidad es lo que queremos o lo que parece que queremos; no creo que sea ninguna de las dos, por el momento, debe ser algo más grande; menos siniestro que la simplicidad de dos frases gastadas; para mi que quizá, debamos la felicidad a lo que ya tenemos y que defendemos a uñas y dientes, a veces aún sin darnos cuenta... Después de estas tres reflexiones DES-HE-BRA-DAS, descabezadas y atadas en ningún lado, ya se deja tejer el sueño y el hastío, lo que implica, sin más, que es hora de dormir; o de pretender dormir, o de soñar o dejar de hacerlo, o de apagar la luz, o de prender la de emergencia, o de golpear la lámpara de la mesita (que no tengo), para que me deje de fastidiar con la idea de que debo escribir lo que pienso todas las noches; y de escribir lo que pienso todas las noches, para leerlo a la luz del día y decidir que me equivoqué la noche anterior tomando el atajo de la derecha, que me lleva siempre al camino que todos creen correcto ( que no lo es) y que me tuerce diez kilómetros de la meta que se que tengo y no existe...

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