muchos buenos días, tres malas noches
Después de probarme una y mil veces la inutilidad de esperar me encontré en ese absurdo supuesto mientras miraba brillar la tarde sobre la ciudad de Tlaxcala; esperar que regrese el tiempo; que caigan las hojas, que sea un entero lo que se partó en mil pedazos; que pase lo que ya pasó; que se calme la tormenta que ya se esta secando; que florezcan las jacarardas; que vuelva a salir el sol; y caí en cuenta de lo siguiente: la ociosidad y la espera son algunas de las cosas más placenteras en la vida; si acaso no son fructuosas, tampoco te fastidian. Te permiten tener la calma bastante como para arrojarte de diez pisos y pensar aún en sentir el fresco aire, esperando que bajen los ángeles a rescatarte de los nueve círculos. Qué tarea por Dios!
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